Roseanna by Maj Sjöwall & Per Wahlöö

Roseanna by Maj Sjöwall & Per Wahlöö

autor:Maj Sjöwall & Per Wahlöö [Sjöwall, Maj & Wahlöö, Per]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1965-01-01T05:00:00+00:00


Capítulo 18

Eran las once y cuarto cuando regresaron al despacho de Kristineberg. Un fuerte viento arrojaba ruidosos goterones de lluvia que repiqueteaban sobre los cristales de las ventanas.

Martin Beck había extendido frente a él las veinte fotografías. Dejó a un lado diecinueve y escudriñó, quizá por quincuagésima vez, a Roseanna McGraw dentro del círculo de luz de la lupa.

Tenía el aspecto que siempre había imaginado. Parecía dirigir su mirada hacia arriba, probablemente hacia el reloj de la torre de la iglesia de Riddarholmen, y parecía saludable, relajada e inconsciente, aunque le quedaban exactamente treinta y seis horas de vida. A su izquierda se veía el camarote A7. La puerta estaba abierta, pero en la foto no se veía el interior.

—¿Te has dado cuenta de que hoy hemos sido afortunados? —dijo Kollberg—. Por primera vez durante toda esta puñetera investigación. La suerte llega siempre, tarde o temprano. Esta vez ha tardado demasiado.

—Y algo de mala suerte también.

—¿Porque fue a parar a la mesa de dos viejos soldados sordos como tapias y tres viejas medio cegatas? No es mala suerte, sólo la más que conocida ley de Murphy. Vamos a casa y a la cama. Yo te llevo. ¿O prefieres ir en el metro?

—Primero hay que mandar un telegrama a Kafka. El resto de las cartas las escribiremos mañana.

Media hora más tarde habían terminado. Kollberg conducía rápido y sin precaución bajo la intensa lluvia, pero Martin Beck no parecía darse cuenta, a pesar de que los coches normalmente le incomodaban. Permanecieron callados todo el camino. Cuando llegaron al edificio de Bagarmossen, Kollberg se sacudió y dijo:

—Bueno, así que ahora toca pensar en esto toda la noche. Hasta luego.

En el piso reinaba la oscuridad y el silencio, pero al pasar por el dormitorio de su hija oyó un sonido apagado de música en la radio. Probablemente tenía el transistor debajo de la almohada. Cuando él era pequeño, solía leer novelas de aventuras en el mar con una linterna bajo la sábana.

En la mesa de la cocina encontró pan, mantequilla y queso. Se preparó un bocadillo de queso y fue a buscar una cerveza al frigorífico. No había. Se comió su frugal cena de pie, junto al fregadero, y la regó con medio vaso de leche.

Luego entró en el dormitorio y se metió en la cama con mucho cuidado. Su mujer se dio la vuelta medio dormida e intentó decir algo. Él se quedó inmóvil de espaldas, conteniendo la respiración. Después de un par de minutos, la respiración de ella volvió a ser regular e inconsciente. Se relajó, cerró los ojos y empezó a pensar.

Roseanna McGraw había aparecido en una de las primeras fotos. Además, esas fotos identificaban claramente a otras cinco personas, los dos militares jubilados, sus esposas y la viuda Liebeneiner.

Podía contar tranquilamente con veinticinco o treinta series de fotografías más, la mayoría más extensa que ésta.

Rastrearían cada negativo, obligarían a los fotógrafos a que indicaran detalladamente todos los que aparecían en sus fotos. Tenía que funcionar, por fin podrían reconstruir el último viaje de Roseanna McGraw.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.